EL DÍA QUE VENZAMOS AL SARS-CoV-2

El día en que venzamos al SARS-CoV-2 y miremos atrás, lo recordaremos como un gran esfuerzo colectivo a nivel mundial en el que toda la sociedad aportó su grano de arena, todo el mundo de forma muy activa según sus posibilidades.

Visto con perspectiva, quedarse en casa no es menos valioso que trabajar en la sanidad. Evitar contagiarse y contagiar a otras personas me parece igual de importante que participar en la recuperación de la salud de los demás. ¿No es mejor prevenir que curar?

Por eso, creo que todas esas personas que asumen obedientemente el confinamiento y lo practican a rajatabla están jugando un papel activo, y no pasivo, en esta crisis que a día de hoy es, principalmente, sanitaria.

Admiro a quienes salen de casa únicamente para tirar la basura, pasear a su mascota, aprovisionarse y llevar la compra a las personas de su entorno más vulnerables al coronavirus.

También admiro a quienes trabajan en una UCI, cuidando de los casos más dramáticos, y a quienes trabajan en unidades de hospitalización, con tantos pacientes y tan pocos EPIs, expuestos al virus desconocido, pero también a los microbios conocidos de toda la vida.

No me olvido de quienes trabajan en Atención Primaria y visitan los domicilios de quienes no pueden salir de sus casas, sin saber qué se van a encontrar ahí.

¿Qué diecir de esas residencias de ancianos o cualquier tipo de centro socio-sanitario con una escasez crónica de personal y de recursos que se tienen que enfrentar a la pandemia con gran dificultad para contener los contagios en el propio centro y sabiendo de lo extraordinariamente difícil que será que sus usuarios recobren la salud?


A veces nos olvidamos de los científicos que se esfuerzan por entender mejor a este virus o de los políticos, que gestionan una crisis lo mejor que saben y pueden en una situación de caos y de mercadillo global para la que nadie se había preparado.

Y por supuesto, está el grueso de trabajadores y trabajadoras de otros sectores que han sostenido al resto de la población con sus necesidades básicas o con el cumplimiento de las normas: cuerpos y fuerzas de seguridad, bomberos, agricultores y ganaderos, transportistas, comerciantes, funerarias, forestales a los que se les han asignado nuevas funciones, trabajadores de empresas de recogida de basura y limpieza de las calles... Y también, quienes han seguido cuidando de las personas dependientes con el miedo constante de contagiarles sin querer.
 

Toda la sociedad es necesaria para resolver un problema que no entiende de fronteras ni de clase. Por eso me cuesta entender que haya gente que se crea más fundamental que otra gente.
Formamos parte de una cadena en la que todos los eslabones estamos conectados, igual que la cadena de una bicicleta, y en la que ninguno es más importante que otro porque si uno se rompe, se rompe la cadena y la bicicleta deja de avanzar.

No lucha más contra el coronavirus quien trata a los pacientes más críticos que quien trata con los que tienen los síntomas leves. Es como creer que el delantero de un equipo de fútbol, por meter los goles juega más a fútbol que el portero que no marcará un gol en toda su carrera.


Y diré más, quienes tratan a pacientes que no tienen diagnóstico de coronavirus están luchando igual contra el coronavirus, porque hay otras enfermedades además del coronavirus y cuando les atienden, dejan espacio para que otros se centren en el Sars-CoV-2. Juego en equipo.

Quien quiera atribuirse más mérito del que le corresponde, antes debería preguntarse ¿por qué merezco más crédito que el resto? ¿el éxito es exclusivamente mío? ¿nadie más ha intervenido en que yo pueda hacer mi trabajo de forma exitosa?

Me acuerdo de una historia que contaban sobre la NASA, cuando J.F. Kenedy le preguntó a un limpiador por su cometido y éste contestó "estoy ayudando a poner a un hombre en la Luna".

Es anedótico que en ciertos círculos, más o menos privados, haya enfermeras que tracen la primera línea de combate contra el coronavirus frente a la punta de sus pies, y que refuercen su teoría con la gravedad de los casos, el dramatismo de la situación o la complejidad técnica de su puesto de trabajo. No negaré ninguna de esas premisas. Ahora bien, hay otras primeras líneas. ¿O es que una UCI es más primera línea que una residencia de ancianos? ¿Es una planta hospitalaria dedicada a COVID más primera línea que el domicilio al que acudirán los equipos de atención primaria o de emergencias a valorar a un paciente con disnea?  Lo preocupante es que cualquiera pretenda atribuirse en exclusiva o en mayor parte el éxito de la lucha contra una pandemia y que, además, pretenda ser merecedor único de los obsequios o promociones que las diversas empresas están dirigiendo hacia el colectivo sanitario.

Abro paréntesis. Los obsequios de las empresas son bienvenidos, por supuesto, pero a mi no se me pasa por alto que también se trata de operaciones publicitarias. Igualmente, un bonus al acabar la crisis en forma de paga extra o similar también sería bienvenido, pero también lo consideraría una operación publicitaria. La crisis sanitaria que estamos afrontando está incluída en la nómina. Cierro paréntesis.

Para ir acabando, quienes trabajamos en sanidad tenemos muchos pequeños recuerdos de pacientes que nos han agradecido nuestra labor, que han valorado la sanidad pública minimizando sus debilidades y destacando sus fortalezas, mucha gente emocionada que antes de irse de alta nos ha agradecido nuestro trabajo. Pero es la primera vez que la sociedad en su conjunto nos homenajea diariamente y deposita sus esperanzas en nuestro cometido mientras, según los datos de google, respetan el confinamiento de forma ejemplar en comparación con otros países del mundo, para facilitarnos el trabajo (y asegurar su propia supervivencia) no contagiándose.


No hay más heroicidad en estos días de coronavirus que en cualquier época anterior. El miedo de la población y la necesidad de encontrar referentes para tranquilizar su ansiedad y controlar su temor ante lo desconocido no nos convierte en nada mejor de lo que éramos. Y cuando esto pase, tampoco seremos peores de lo que fuimos.

Lo más extraordinario de estos tiempos es tener que ir a trabajar sabiendo que los equipos de protección han sido/son insuficientes, ineficientes o inexistentes. No somos héroes por mantener nuestro compromiso con la sociedad y seguir acudiendo a nuestros puestos de trabajo, aún sabiendo de nuestra sobreexposición al virus. Sólo somos profesionales maltratados: por los políticos y gestores o por las circunstancias globales, que cada cual reparta responsabilidades en la proporción que quiera.


El Sars-CoV-2 nos ha situado en el ojo del huracán precisamente en el 2020, el año en el que la OMS se lo dedicaba a las enfermeras y a las comadronas. Ahora es el momento de la unidad, de la solidaridad y del trabajo en equipo, del que siempre hemos hecho bandera y no el momento de ver quién es más héroe. Un abrazo a quien se haya metido en el gremio por los aplausos, por el reconocimiento o por el agradecimiento y otro para quien se enfade por la falta de aplausos, de reconocimiento o de agradecimiento.

Nos ha tocado vivir una situación nueva, contra un agente nuevo, con una nueva estrategia que cambia nuestra forma habitual de trabajar pero sigue siendo el mismo trabajo de siempre: resolver los problemas de salud de la gente.

Y así seguirá siendo.


Si me pidieran una cura para sobrellevar estos tiempos recetaría humildad para no fliparse y no creerse que la solución está únicamente en las propias manos y sobriedad para no exaltarse ni con los horrores ni con las tonterías.

Porque cuando todo esto se acabe y hayamos vencido al SARS-CoV-2, miraremos atrás y recordaremos el gran esfuerzo colectivo que estamos haciendo a nivel mundial y ¡por supuesto que se recordará el papel de la sanidad! Pero no nos olvidemos de que todo el mundo tendrá su historia de cómo se enfrentó a una amenaza desconocida hasta el momento. Y también recordaremos a quienes quedaron retratados. Por eso, todavía es un buen momento reflexionar sobre cómo queremos ser recordados: solidarios o mezquinos.

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