ECOCARDIOGRAFÍA, por Rodolfo Serrano


El médico me dice que si quiero
ver mi corazón en movimiento.
Y veo en la pantalla el flujo de la sangre,
como un charco
de algún líquido extraño que no acierto
a identificar como algo propio. Oigo
un sonido de succión, como si fuera
el desagüe de algún lavabo en plena madrugada,
cuando el frío
del terrazo te sube desde los pies desnudos
y en la cama duerme una mujer desconocida.

Veo movimientos espasmódicos
y golpes de algo informe que me dicen
es mi pobre corazón viejo y cansado.
Mas no encuentro
por mucho que me empeño
ese suave latido
de amor cada vez que te encontraba.
Ni esa sangre
que besaste una tarde de mi espalda
cuando tus uñas buscaron en mi carne
ese fulgor de vida que creías
escondido al lado izquierdo de mi pecho.
Ni siquiera
soy capaz de encontrar en esa masa
que se mueve asustada y milagrosamente
las cicatrices de tanto amor perdido.

Y, sin embargo,
sigo creyendo que estas taquicardias,
la isquemia o las arterias obstruidas,
ese galope loco de la sangre,
en fin, que todo esto,
en el fondo no es más
que los destrozos
que causaste en mi corazón cuando te fuiste.

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