ESPERANDO UN MILAGRO

Fuente: El Español
In memoriam: Leonard Cohen


Hace unos días falleció uno de esos pacientes que me dejan con su marcha un recuerdo que suelo coleccionar en la parte de la memoria que guarda emociones sin forma. Ochenta y tantos, juego completo de enfermedades crónicas occidentales y demasiado cansado como para recordar lo que hizo ayer, pero con lúcidos recuerdos de lo que pasó hace cuarenta años.

En sus últimos dos o tres días ya no era capaz de hilar de forma coherente dos o tres ideas. En su delirio volaba de forma insistente a una isla en el Mediterráneo en la que decía vivir con “my little darling Marianne”. Su mujer y sus hijas le miraban con sorpresa cada vez que aquella historia aparecía de nuevo para después dirigirme una mirada que mezclaba pena y ternura ante lo que para ellas no era más que el apagarse lento de su padre.

Aquella última tarde, después de la hora de visita, me pidió un papel y un bolígrafo. Poco antes del final del turno me llamó de nuevo y me dio el papel doblado. Alargué mi mano para cogerlo y con un movimiento sorprendentemente rápido agarró mi muñeca con su mano huesuda y fría, y acercando su cara a la mía susurró “llévaselo a ella… tú sabes dónde encontrarla”. No me atreví a contradecir aquella petición desesperada. Cogí el papel y lo metí en mi bolsillo. Cuando le pregunté a quién quería que se lo entregara él sólo sonrió y cerró los ojos. A la mañana siguiente cuando volví al hospital, su habitación estaba vacía.

Soy un hombre de palabra y creo en los milagros, así que allá donde estés misteriosa chica de la isla, “my little darling Marianne”, esto es para ti.

El olor de las hojas en la lluvia,
los años en silencio
y el violín en llamas que es tu belleza
hacen bailar mi alma en tu recuerdo.

Buscando el lugar en el que termina el amor
no he dejado de encontrarte,
no ha habido luna sin tu olor
ni olvido sin el recuerdo de tus manos.

Todo el mundo sabe que no te tengo,
aunque yo quiero permanecer en silencio
y no decirme nada
para que el tiempo no pase sin ti.

Aun guardo las lágrimas que no viste
por si ayer aparecieras de nuevo con una nota en blanco,
con tu milagro escrito en mi ventana,
aquella por la que se fue nuestro tiempo envuelto en humo.

Espero que la guerra termine y volver a tus brazos
aunque el destino me sigue gritando que corra
y cada paso es un adiós, una cuchilla
que te busca donde nunca estarás.

Maldigo el amanecer que no se queja
porque nunca te besó al despertar,
oigo los pájaros que quieren empezar de nuevo
mientras dejo escapar la libertad que rodea mis cadenas.

Ayer te escribiré la carta
que tengo guardada desde que llegaste
en una hoja ocre que se llevara el viento
de los inviernos que fueron nuestros.

Hasta entonces, amor, no dejaré de crearte.
Extiende tu mano y, sin alcanzar la mía,
déjame tu olor y tu sonrisa
con eso no podrá ni el destino ni el valor que no tengo.

No estaré allí cuando me busques
pero no dejare de estar
sin que lo sepas
cuando duermas,
cantándote al oído
aquella canción triste que hacía bailar tus ojos
donde termina el amor
y empieza el infinito.

Acabará el mundo
cuando nuestros cuerpos se caigan a pedazos,
y en un planeta sin verano
pasearán de la mano nuestras almas
envueltas en la música sagrada de tu risa.

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