EL NO-SEXO, ENFERMERÍA Y... ¿PROSTITUCIÓN?

El pez no sabe que está en el océano me decía Juanfran para explicar que no somos plenamente conscientes de nuestros sesgos culturales y de lo que implican. 

Este artículo tratará sobre el sexo de quienes son excluidos de practicar el sexo.


Ni el pez sabe que está en el océano ni yo soy siempre consciente de la influencia de la cultura judeo-cristiana del mundo que me rodea. ¿Por qué, sistemáticamente, a este lado de los Pirineos y de los Alpes, hemos eludido tratar el problema de quienes no pueden tener relaciones sexuales por si mismos?

Se trata de una vía muerta para las enfermeras. Me explico. Somos absolutamente capaces de analizar la situación, de procesarla para buscar solución e incluso de teorizar la solución. Sin embargo, no podemos ejecutarla.

Siendo más explícitos: somos capaces de analizar a un/a paciente utilizando el patrón 9, de Marjory Gordon: sexualidad-reproducción (refrescar la memoria), comprobar que, entre los criterios de valoración, está alterado la variable de relaciones sexuales. Diagnosticamos certeramente Patrones sexuales inefectivos (00065 de la NANDA) y a partir de aquí empezamos a darnos cuenta de que nos hemos quedado sin campo en el que correr cuando se trata de atender a pacientes excluídos de la vida sexual de la sociedad. Las actividades a llevar a cabo deben hacerse con alguien y no sabemos a quien llamar o si ponernos manos a la obra.

Javier Krahe tocaba este tema, de puntillas, en la primera parte de su canción Don Andrés Octogenario, aunque después te das cuenta que era la excusa para hacer broma con una situación digna de sainete: 

Podemos decir que sin exageración 
era algo extraordinario, 
la enfermera que cuidaba al bueno de don 
Andrés Octogenario. 
El abuelo que enfrentaba con resquemor, 
perspectivas eternas 
en lugar de rezar miraba con fervor 
sus magníficas piernas. 

"Para siempre esta vez,"-dijo- "me 
voy a echar en brazos de Morfeo, 
ya no te veré más, no me 
puedes negar mi último deseo" 
Con un hilo de voz, el enfermo expresó, 
su voluntad postrera 
no diremos cuál fue, sólo que ella accedió, 
¡Bravo por la enfermera!


Krahe otorga a don Andrés octogenario sexualidad (lo cual es revolucionario en 1980) y, dramatizando, no es difícil imaginarnos que el propio don Andrés no pudiera satisfacer sus necesidades sexuales. Como digo, es un caso hipotético que utilizo como ejemplo, no creo que Javier Krahe le diese más vueltas a la profundidad de su personaje que a la de sus métricas y sus rimas. Sin embargo, abusando del estereotipo, ya propone que queda al criterio del personal de enfermería el satisfacer tales necesidades.


Hace muchos meses que me topé con el vídeo de una asociación japonesa llamada White Hands (Manos Blancas) que se encargan de llevar a cabo el acto de la eyaculación asistida a hombres con parálisis cerebral. Como se puede ver a continuación, se trata de un acto bastante aséptico, muy centrado en la satisfacción desde la vertiente más biológica. 

En un momento dado, una trabajadora de White Hands, al relatar su trabajo,concluye diciendo "creo que nuestros clientes anhelan algo que involucra más sentimientos", lo que yo interpreto como una autocrítica a los límites (¿culturales? ¿normas de la empresa?) de su servicio.




Más recientemente, durante la gestación de este artículo, la televisión autonómica catalana, TV3, emitió un documental muy interesante que desde diferentes perspectivas aborda la satisfacción sexual de quienes no pueden conseguirla por si mismos mediante los/as acompañantes íntimos y eróticos/as o como se les llama comúnmente, asistentes sexuales.

Jo també vull sexe (yo también quiero sexo) alterna el catalán y el castellano y es altamente recomendable, aunque sólo sea para ver a Xavi Ferrer, un hombre al que un accidente de tráfico le dejó graves secuelas físicas. Termina con un diálogo del que transcribo la última pregunta:


- Periodista: Hay gente a la que no le parece bien que tengáis relaciones sexuales
- Xavi Ferrer: ¡Gilipollas!

Podrás ver su historia entre los minutos 5:35 y 12:26


Ambos documentales abordan una necesidad básica a la que las instituciones públicas le deniegan atención y el cuidado. ¿Es porque el pez no sabe que está en el océano? ¿Es porque este tipo de servicios conllevan problemas en su regulación?

Como decíamos antes, somos capaces de diagnosticar y diseñar un plan de cuidados que nadie podrá llevar a cabo porque, oficialmente, nadie tiene las competencias para satisfacer las necesidades sexuales de este tipo de pacientes. ¿Por qué?

Estaremos de acuerdo en que todas las necesidades básicas, incluso las sexuales, deben ser satisfechas y un estado democrático está obligado a garantizarlo, y no me refiero a que esta tarea deba llevara a cabo el funcionariado. El problema está en que este tipo de servicios, a mi juicio, no dejan de ser -con muchos matices- prostitución y e
n España no acabamos de dar solución a la prostitución. La alegalidad es el cómodo equilibrio entre las posiciones abolicionistas y quienes están a favor de legalizar la prostitución, un debate en el que, en esta ocasión, no me decantaré para no alargar el artículo y en el que el propio movimiento feminista no es unánime.

  • El riesgo de regular y legislar la práctica de los/as asistentes sexuales es que el conjunto de la prostitución lo utilice para las prácticas habituales, llevando a cabo  lo que podemos considerar como una legalización encubierta.

  • El riesgo de no hacer nada con los/as asistentes sexuales es que crezca el volumen de negocio de una práctica no regulada en la que los estándares de calidad, sanitarios  y de derechos laborales queden a la voluntad de cada persona, por no hablar de que supondría mantener un espacio de economía sumergida. En otras palabras, lo mismo que pasa con la prostitución.

Como he dicho antes, creo que, a diferencia de como se definen algunos asistentes sexuales en Jo també vull sexe, sí que se dedican a la prostitución, y como he dicho antes, sí que creo que la llevan a cabo aunque con muchísimos matices que les diferencian de "conseguidoras de orgasmos". Entiendo que los/as asistentes sexuales se distancien de la sordidez que tradicionalmente acompaña al mundo de la prostitución, pero el ejercicio de su actividad no se distancia demasiado de aquellas prostitutas que relatan que sus clientes, en multitud de casos, acuden a ellas buscando acompañamiento, atención, afecto y cariño, dejando al sexo relegado a un papel secundario.

Parece lógico pensar que sin resolver la situación de la prostitución no podremos resolver abiertamente la satisfacción de las necesidades sexuales de pacientes que no puedan satisfacerlas por si mismos/as.

Una vez más, en algunos lugares al norte de los Pirineos y de los Alpes, estas cuestiones están mejor o peor resueltas, pero lo están. Mientras tanto, a mi me gusta seguir soñando con la utopía de que ninguna persona se quede sin poder disfrutar de su cuerpo sea como sea, lo cual, como concluye Krahe en Don Andrés octogenario, tampoco es paja.

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