“UN PASO... Y OTRO... Y ASÍ..."

Dos amigos fueron condenados a muerte por una serie de desgraciadas confusiones. El Rey, que los conocía y los apreciaba, consideró injusta aquella condena y pensó en alguna solución que les ofreciese la posibilidad de continuar con vida. Después de mucho reflexionar, ordenó que colocasen una cuerda sobre un precipicio y prometió indultar a aquel que fuera capaz de cruzarlo. El primero de ellos se colocó sobre la cuerda y ,dando pequeños pasos, consiguió cruzar al otro lado. El hombre que esperaba para cruzar le preguntó - dime, ¿cómo lo has hecho?-, a lo que su amigo le respondió - me gustaría decirte cómo debes hacer para cruzar, pero no lo séLo único que recuerdo es que después de cada paso sentía un enorme vértigo, algo así como una nausea al ver la muerte tan cerca, así que me inclinaba un poco hacia el otro lado y daba otro paso, así hasta el final-.



Casi por casualidad llegó a mis manos este cuento hebreo que por breve no deja de ser esclarecedor. En lugar de aportar soluciones (de las que lamentablemente carezco) me limitaré a compartir las dudas que me ha despertado:




- ¿el camino es el mismo para todos?, ¿son nuestros pasos diferentes?
- ¿es la nausea el sentimiento común ante la muerte?
- ¿podemos, siguiendo las reflexiones de Kierkegaard, enseñar a alguien el camino que debe recorrer si sabemos dónde está?
-¿siendo conscientes de nuestros pasos seremos más hábiles en los pasos futuros?
- ¿podemos extraer verdades universales a partir de experiencias irrepetibles?
Se aceptan respuestas...

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