De cuando fui a comprar sopa y volví con un bote de champú

Sucedió una tarde mientras estaba sentado en el sofá sin hacer absolutamente nada. Recuerdo que fue uno de esos momentos de transición entre cerrar el libro o apagar la tele y dirigirte a la cama. Esos momentos que nunca se con certeza si estoy muy poco despierto o un poco dormido. Pues bien, así, sentado en el sillón mirando al infinito, surgió la pregunta que lo cambió todo: ¿no habré sido yo más responsable de las cosas que me han sucedido de lo que he pensado hasta ahora?, es decir ¿no habré volcado en personas, situaciones, destinos o dioses más peso del que les corresponde en mi vida?. Parece sencilla, quizás un poco tonta, pero para mí supuso una auténtica revolución. Era necesario poner encima de la mesa las decisiones más importantes, los sentimientos más intensos, las ideas, las opiniones propias y ajenas y los contextos en los que todo esto se produjo y desmigarlos, con el objetivo de averiguar cuánto de mi responsabilidad había colgado del perchero de "casas ajenas".
Por aquel entonces acababa de terminar de leer a Robert Kegan, así que aprovechando que sus ideas estaban frescas en mi mente cogí un papel y me hice las siguientes preguntas:

1. ¿De qué cosas me responsabilizo?
2. ¿De qué cosas no me responsabilizo?
3. ¿De qué cosas no me responsabilizo sabiendo (siendo consciente) que no me estoy responsabilizando?
4. ¿De qué cosas no me responsabilizo sin ser consciente de que no me estoy responsabilizando?

Vamos a poner un ejemplo: dos amigos caminan conversando cuando ven una moto de gran cilindrada aparcada junto a una farola. Uno le dice al otro "preciosa moto ¿no crees?" a lo que el amigo responde "no te puedes imaginar lo mal que me hace sentir verla ahí aparcada" , el primero, tremendamente sorprendido, le pregunta por el origen de su malestar, a lo que el otro responde "mi hermano sufrió un terrible accidente con una moto y perdió una mano. Cada vez que veo una de estas motos potentes se me revuelve el estómago. Deberían prohibirlas y procesar a los que las inventan. No valen para nada más que para matar gente".

Si utilizamos las preguntas de Kegan podemos analizar las palabras de los amigos del ejemplo desde la perspectiva del sujeto-objeto. En principio la moto no es más que un vehículo consistente en un motor, dos ruedas, manillar y demás elementos. Así, es difícil que nadie interprete sin más datos, que la mera visión de ese objeto sea "capaz" de provocar sentimientos. Tirando de este hilo es fácil concluir que no existe objeto alguno en este mundo con el sobrenatural poder de provocar sentimientos, siempre y cuando no utilicemos argumentos basados en la magia como la tan manoseada causa-efecto. Entre la percepción del objeto y la sensación de malestar hay un procesamiento cuyo único responsable es el sujeto que lo realiza, ya sea de forma consciente o inconsciente. No se ha inventado motocicleta capaz de atravesar el cráneo y manipular de forma habilidosa los neurotransmisores para acabar provocando sentimientos ni positivos ni negativos. De igual modo que no hay comentarios, actitudes, gestos o desaires capaces de provocar malestar, sino que son los procesos del sujeto los que dirigen las interpretaciones que de ellos se hacen hacia un sentimiento agradable, desagradable o neutro.

Últimamente anda el mundo muy emocionado con el concepto de “Resiliencia”. La Real Academia define lo como:
1. f. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
2. f. Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.

Parece que ahora el péndulo ha viajado de forma brusca a la esfera del sujeto. Siendo mas claros, parece que antes era el mundo el que tenia la culpa de todo y ahora es la persona la que debe ser resiliente ante la adversidad. Hace unos años hablábamos de lo mucho que el trabajo, la carrera, los niños o el metro en hora punta eran capaces de “estresarnos” y ahora estamos muy focalizados en buscarnos un coach para poner nuestra resiliencia al máximo nivel y todo esto en poco menos de una década.


Interesante….

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