Nadie cuidará de nosotros cuando hayamos muerto.


Vamos a hacer un poco de diván barato. 

¿Cuántas de ustedes decidió ser enfermera por vocación?
¿Cuántas en la infancia tuvo contacto en su entorno con la enfermedad, los hospitales, etc? 
Tal vez, ¿estuvisteis ingresadas en el hospital? o puede que ¿alguien muy cercano pasó por una enfermedad grave? es decir, cuántas quedaron marcadas en su infancia o adolescencia por la enfermedad y a su vez por ver cómo te cuidaban o cuidaban a un ser querido

Seguramente la diferencia de porcentaje no sea significativa entre profesiones sanitarias y las que no lo son. Pero permitan que sospeche que en la nuestra es ligeramente más alto que en las demás. Quién quiera que lo investigue.

Parte de la obsesión de la enfermería es querer ayudar (cuidar) ¿a toda costa?, atender "altruístamente" a las personas que así lo necesiten. Y de hecho ¿cuántos negocios hay de enfermería? se que el sistema imperante no invita a montárselo "free lance" pero la baja tasa de "emprendedores" que buscan ánimo de lucro de prestar un servicio profesional de cuidados aún es visto con recelo entre otras nosotras mismas, como si no fuesen de fiar, en vez de entenderlo como un signo de empoderamiento profesional.
 
Ilustración de: Ramón Gutierrez, Revista Humanizar
 
Sentimos que parte de nuestro trabajo es cuidar y actuar con beneficiencia. Va en nuestro código genético y ético, de tal manera que casi nos hemos instalado en el "buenísmo" como característica deseable de una enfermera. 
Caso aparte serían las enfermeras "Rottenmeier" que con el índice en constante extensión, saben y exigen a los y las pacientes qué, cómo y cuándo pueden hacer las cosas, so pena del principio de autonomía.

En definitiva, nos sentimos en "deuda" y procuramos cuidar "cueste lo que cueste", aunque los medios no sean favorables, el personal insuficiente, las condiciones adversas y obstáculos varios...a pesar de todo nos empeñamos en que si es necesario, a costa de nuestro sacrificio, todo salga adelante lo mejor posible. De tal manera que como he oído por las redes últimamente nos quieren sumisas, obedientes y cumplidoras. Podemos despotricar y desahogarnos en nuestros rediles que normalmente no pasa de ahí, una terapia de grupo entre compañeras para finalmente cada una soportar su vela y al turno siguiente más de lo mismo. A lo que se le suma la noción de "paciente" (dícese de quien tiene paciencia) y bastante tiene con ponerse bien como para protestar o reclamar mejores servicios de manera constructiva.

El personal puede llegar hasta tal extremo que aún estando enferma, se siente en deuda por dejar a sus compañeras bajo mínimos o por dejar a "sus" pacientes desprovistos de su atención, y en un último alarde de irresponsabilidad acudimos al puesto de trabajo a hacer lo que se pueda. Valiente estupidez la nuestra, que gritamos la importancia del cuidado sin atendernos a nosotras mismas. No contentas con eso acudimos a  nuestro centro de trabajo sin estar en plenitud de facultades. Pretendemos dar salud sin tenerla nosotras. En una estación de servicio creo que nadie dudaría en cerrar si se acabase la gasolina. Pero dueñas de nuestras contradicciones e incoherencias hacemos una vez más alarde de la concepción que tenemos sobre nuestra, denominada "sacrificada", profesión. Como si la mismísima Florence Nightingale nos fuese a reservar un hueco a su derecha en el olimpo de las enfermeras.
Efectivamente,  pero para darnos un escarmiento al no predicar con el ejemplo, al poner en riesgo a personas ya de por si enfermas y más vulnerables.

Lo dicho Nadie cuidará de nosotras cuando hayamos muerto, así que la solidaridad bien entendida empieza por una misma, dedíquense sus mejores cuidados para sí mismas pues es la mejor manera de empezar a cuidar a los demás. 

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