Bailemos
Y falleci ó . No sufri ó . La suya fue una muerte tranquila, sin dolor, sin sobresaltos. Simplemente se dejó llevar. Quiz á s no fue como a é l le hubiese gustado que fuera. Quiz á s hubiera preparado aquel baile con su muerte con m á s detalle de haberlo sabido con m á s tiempo. Le hubiese encantado celebrar aquel ú ltimo cumplea ñ os. Celebrar su vida y su muerte. Paladear aquel regusto amargo de las despedidas. Disfrutar sus recuerdos. Vencer poco a poco el miedo, moldearlo, ablandarlo, disfrutar por ú ltima vez de la reacci ó n de su cuerpo ante aquella oscuridad. Colocarse decidido la venda sobre los ojos para ver con claridad lo que ya no será. Caminar orgulloso hacia la pista de baile, asir de la cintura a aquella eterna compa ñ era de viaje y dejarse llevar por sus manos fr í as y firmes. Si alg ú n esp í ritu burl ó n le concediera un último deseo, sin duda volver í a atr á s unos meses, quiz á s un a ñ o, no necesitaba m á s. “ Sin confesiones sin religión ...