De la OPE también se sale.
Pipipipíiii!!
Pipipipíiii!! Plash!!
Son
apenas las 5am cuando un seco puñetazo ha detenido el desagradable y odioso
ruido del despertador. No ha sido intencionado, a esas horas casi ningún acto
lo es y el brusco golpe del reloj al desarmarse contra el suelo no estaba en
sus planes.
Susi
da un instintivo salto de la cama precipitándose a recoger las piezas,
procurando en vano evitar que el rodar de las mismas siga generando más
alboroto. En menos de un segundo y con una agilidad impropia de tan temprana
hora, el amasijo de piezas ya está controlado en sus manos. Dos pilas, la tapa
de las mismas y un par de trozos de plástico que no sabe muy bien dónde deben
colocarse son depositados azarosamente sobre la mesita de noche, -bueno Mr.
Potato mañana me pondré contigo-. Mientras se dice a sí misma esas palabras, el
susurro de la puerta deslizándose lentamente le hace volverse súbitamente, -
perdóname, mamá.
-Tranquila
Su, ya estaba despierta, sé lo importante que este día es para ti- mientras su
madre va entrando en la habitación empujando la puerta con la espalda. –Aquí
tienes algo para cargar fuerzas-. Y le muestra una bandeja con tostadas, zumo y
un humeante tanque de café.
-Gracias
- dice mientras se acerca a coger el desayuno y darle un entrañable beso en la
mejilla.
-
El último repaso y ya lo tienes. Papá y yo sabemos que este día es el tuyo.
Se
sienta en la silla y se acerca el café a los labios dándole un corto trago,
demasiado pronto aún para poder beberse, sin embargo, el caliente líquido le
abrasa la garganta y alcanza su estómago vacío conectándola con la realidad. Su
madre le cubre los hombros con una manta llena de bolitas que día tras día le
acompaña en las frías mañanas y se marcha del dormitorio.
Son
las 5:10am cuando Susana ha devorado la tostada y el zumo. Sigue como desde que
se sentó pasando hojas rápidamente en el enésimo repaso que da a los ya
desgastados apuntes. Bueno, apuntes… ha pensado incluso en editarlos ya que son
más completos que cualquier temario de academia. Folios de una, esquemas de
otra, anotaciones a mano… van deslizándose entre sus dedos y pasando ante sus
ojos como íntimos amigos con los que convive día tras día desde que finalizó la
carrera. Ojeo rápido más supersticioso que efectivo, pero necesario para copar
su confianza, único bastión que le resta por conquistar. Estudiar más… no cree
que pueda, está claro, siempre habrá más y más, pero no dependerá de ella. En
una oposición de esta miscelánea que conocemos como Enfermería pueden
preguntarte tanto por el nombre en latín de la garrapata como el artículo “X”
de la Constitución, pasando por cualquier corriente psicológica, sin obviar
evidentemente cualquier página del “Harrison” o nuestras propias Folclóricas
(Nightingale, Henderson, Orem…). Esta variable le es interdependiente, así que
no le queda más que agarrarse al estudio e intentar no pensar en lo que a su
alcance no llega.

-Vale
papá, vámonos. Coge el abrigo más gordo del armario y la bufanda más calentita,
casi cualquier precaución parece poca para un andaluz a los 0oC que
anuncia la ciudad de la Alhambra esa mañana, y se dispone a salir de la
habitación. – ¡Ostras! Casi se me olvida. Regresa en dos zancadas al interior
del dormitorio y abre una mochila dispuesta desde hace un par de días, mete
unas chanclas de playa, cruza una cómplice mirada con el padre y ambos esbozan
una sonrisa mientras cierran la puerta con más ímpetu del que a una madre
agradaría.
A
pocos metros de allí, en la cocina, la madre la vuelve a abrazar.- Éstas son
las tuyas, alguna cae. Te preparé una bolsita con frutos secos y gominolas,
también llevas una botella de agua, aunque ten cuidado, no bebas demasiado que
luego te entran ganas de hacer pis, que ya sabes que eres muy meona, bueno, no
me enrollo más que os pilla el tráfico y llegáis tarde, la estampita de la
Virgen y la de San Judas Tadeo, que es el de “los imposibles”, si él no te
ayuda poco podemos hacer los de aquí…- y continúa una verborrea protectora e
interminable que Susana no alcanza muy bien a oír.

Levanta
la puerta y salta dentro del coche, desde donde ve cómo el padre desliza la
mano por el impecable capó como quien acaricia a un ser querido, para
posteriormente abrir cuidadosamente la puerta y sentarse al volante del coche.
Ya
estaban allí, la hilera de alumnos alienados parecía no tener fin, un amplísimo
número de enfermeras y enfermeros cotejando apuntes, últimas dudas y haciendo
planes sobre cómo mejorará su vida con una “plaza en propiedad”,
“funcionariado”, estabilidad… máximas que se han transformado en dogma tras la
crisis.
Susana
no tiene miedo, da un beso en la mejilla a su padre y sale del coche con
decisión, aligera el paso, saca un par de las gominolas que su madre le había
preparado, y se dirige poco a poco hacia el aula que le ha sido asignada. A su
espalda, una voz grita “Au revoir, Shoshanna!”, sonríe sin girar la vista y
entra en el aula con ese último anclaje que su padre le ha regalado.
Con
el a priori anodino primer paso hacia la facultad la chica ya no es Susana, su
persona se ha transformado repentinamente en una pieza del sistema que la
engulle, un simple número en una de tantas aulas de tantas facultades de todas
las provincias de la comunidad.
-Buenas,
-Buenas,- Podría decirme…, -Búscate en la lista,- gracias…, Aula2b,-DNI,
-siéntese en el siguiente hueco dejando un espacio libre entre sus compañeros,
pasa, se sienta. El aula está fría, parece que no hace mucho que han conectado
la calefacción, aunque más tarde se dará cuenta que simplemente se han ahorrado
el hecho de encenderla. El reloj avanza lentamente con su monótono tic-tac.
Recorre el aula con la vista, cruza miradas con el resto de seres que la
ocupan, no conoce a nadie, pero más de una cara le resulta familiar, lógico,
otro examen, mismos apellidos, somos los de siempre una y otra vez… continúa el
mecánico engranaje –Apaguen móviles y guarden silencio,- voluntarios para
proceder a apertura,- tienen hasta tal hora… e idéntica rutina que en cada
examen que a todos nos es tan habitual. Entregan los exámenes y mismas
sensaciones que a todo opositor nos poseen en los prolegómenos de la prueba,
ese cóctel de pavor e ilusión, la dicotomía entre la excelencia y el más
estrepitoso de los fracasos.
Esta
es la mía, -se dice rompiendo la ensoñación y volviendo confiadamente el examen-
Tras dos largas horas de dudas, sorpresas y afirmaciones entrega con
resignación la hoja de respuestas a una de las responsables del aula, se lleva
sólo el borrador con el que más tarde corregirá la prueba. Deja el cuaderno, no
lo quiere, sólo le provocaría agobio y ansiedad. Recoge sus pertenencias y de
vuelta al coche.
-
¿Qué tal?, pregunta con entusiasmo el padre.
-
Bien papá, dice ella con una falsa seguridad.- tú sabes perfectamente lo que
estudié. Y con una forzada sonrisa que no es capaz de engañar a un padre se
acomoda en el asiento sin decir una palabra de la realidad, de la indecencia y
el despropósito de los responsables de la prueba, quienes no se han tomado ni
la molestia de revisar un examen con preguntas sin redactar completamente.
Aulas sin calefacción en pleno invierno y, al menos ella sintiéndose afortunada
de haber hecho el examen sobre una mesa y no sobre un tablón como ha oído que
ha pasado en otras provincias. Al parecer, desde un despacho, la vida es
bastante más lisonjera que desde la silla del opositor.
Rodeados
de un silencio bastante distinto al que les acompañaba al principio del día el
padre selecciona en la pantalla el segundo destino. Campus La Laguna, Facultad
de Educación, la imagen granadina pero ampliada. A pesar de los pronósticos,
las atractivas condiciones del examen han propiciado una mayor afluencia de
concursantes a Las Islas. Más plazas, menos legislación, más sol… razones
suficientes para volar hasta Canarias en el primer finde de Carnaval. Por el
contrario en el DeLorean el ánimo no es tan jovial, la decepción del sui
géneris examen previo hace deparar lo peor y, esta vez al abandonar el
coche ninguno está con ánimo de recordar alguna frase de Tarantino.
Otra
puerta, otra frontera entre la persona y número, y otra aula distinta en otra
ciudad en la misma mañana.
Son
las 11:15 de la mañana cuando Susana ya está sentada en el aula. A su derecha
observa a un chico ansioso repasando apuntes, su frente más quemada que tostada
hacen vislumbrar que en estos días ha frecuentado la playa más que la
biblioteca. (Quizás me haya equivocado y hubiese sido mejor opción dejar de
lado las pretensiones y venirme de veraneo a Tenerife en enero). El reloj marca
las 12, hora en teoría de inicio de la prueba, pero no pasa nada, poco a poco
se ve cómo el nerviosismo se va apoderando de los opositores y el run run
presente hace anunciar a los responsables del aula que está todo en orden y que
la dificultad de sincronizar todas las provincias retrasan la hora de inicio.
Finalmente a las 13:05 (2 horas menos en Canarias) comienza el examen y
pregunta tras pregunta ve cómo todo el esfuerzo tiene su recompensa. En las
primeras 20 preguntas apenas tiene dudas y con el ánimo renovado las transcribe
cuidadosamente en la planilla. – Vamos a por las siguientes, se dice, e incluso
se permite el lujo de soñar con la toma de posesión de plaza. Las siguientes
veinte preguntas le han abierto los ojos, muchas de ellas son casi una ofensa
para la profesión y no refleja en lo más mínimo el esfuerzo empleado, el tiempo
dedicado y el desembolso económico invertido en este tiempo. La prueba… una
consolidación de empleo encubierta bajo el nombre de Oposición. No lo critica,
incluso llega a comprender que tras 15 años sin convocatoria sea justo para los
canarios, pero ello no impide que su ego salga herido. Finaliza el ejercicio
sin demasiadas complicaciones, entrega el examen y vuelve dónde esta su padre.
Un
mensaje con la ubicación le lleva hasta una terraza. Su padre la está esperando
cerveza en mano en una mesa al sol. No se percata de la llegada de su hija, con
el trasiego de opositoras veinteañeras y el sonrosado de sus mejillas es casi
entendible. Aún sin demasiado ánimo, la escena le devuelve a la chica las ganas
de sonreír, y se deja caer desfallecida con un sonoro suspiro en la silla
contigua a papá.
-Dos
Doradas, exclama el padre a un camarero que ocupado tras la barra se limita a
levantar el brazo para dar a entender que la orden ha sido recibida. Llegan las
garimbas, con una camaradería entre el padre y el camarero que denotan
que no son las primeras. El padre levanta la cerveza en pos de brindar y
exclama:- “Vamos Susi! De la OPE también se sale” – Susana le acompaña con la
sonrisa perenne desde que le vio y bebe un largo trago.
En
el fondo tiene razón y de todas formas, qué más da. Siempre hay más opciones,
sin ir más lejos, el EIR es la semana que viene… ¿Continuará?
Fdo. Baltasar
Fdo. Baltasar
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