Genios sin nombre
Parece ser que aquello que decide el orden del
universo ha iniciado la campaña “En el planeta tierra, Genios, los justos” y se ha llevado de golpe a Bowie, Lemmy Kilmister
o a George Martin, siendo Prince el ultimo “traslado
forzoso”. Todos genios en lugares
diferentes, todos capaces de transformar la realidad usando herramientas
intangibles.
A primera vista poco tiene que ver el estilo de
Lemmy con el de Prince, o el de éste con las
producciones de George Martin, pero si apartamos un poco los adornos con los
que decoraban sus obras, ante nosotros aparecen espacios comunes que resultan
tremendamente atractivos. Unos espacios en los que se batieron permanentemente
contra la tiranía de lo inmutable, de lo
establecido, de la norma, de lo que “debe
ser”. Todos se pelearon por mantener la libertad que
les permitía ser lo que eran. Una sed de libertad tan radical que reclamaba incluso el poder de
crearse o destruirse a sí mismos. Cambiaron de estilo musical, de
apariencia, algunos
pensaron que hasta de sexo, o de nombre en contra de la
opinion de publico, críticos musicales o de sus discográficas.
Se reinventaron constantemente, importándoles muy poco la opinion de los sabios
del momento que veían en aquellos bandazos la expresión de la locura
de músicos extravagantes sin idea alguna de como funcionaba el negocio. “Let’s
go crazy” gritaba Prince. Bendita locura.
(No os impacienteis, enseguida conectaré con el negocio
nuestro de la enfermería.
Permitidme sólo un poco mas de
callejeo previo.)
El climax del antimarketing lo alcanzaron Bowie y Prince cuando
decidieron renunciar a su propio nombre. Esto es como si El Corte Inglés
decide mañana descolgar el cartel del tejado, borrar su nombre de bolsas y
etiquetas y dejarse de anuncios. Un absoluto sinsentido.
Sin embargo para este par de genios, la idea de quitarse de encima
su “marca personal” les resultó una auténtica
liberación. Siguieron haciendo música, produciendo discos, tocando
instrumentos, escribiendo canciones, ideando actuaciones, diseñando
giras y dejando al mundo con la boca abierta como no podía
ser de otro modo. Y es que cuando algo es tan bueno ni nombres, ni
definiciones, ni catedráticos que escriban tratados, le hacen
maldita falta.
La enfermera es necesaria. Su labor es vital para la sociedad. Una
enfermera sabe exactamente cuáles son sus funciones y sus
responsabilidades, sus límites, sus fortalezas y sus debilidades, cuándo
es independiente y cuando necesita a alguien más. En la
cabeza de una enfermera resuena siempre eso de “dame los
medios que necesito y déjame tranquila que ya sé yo
lo que tengo que hacer”. En España le hemos
cambiado de nombre a la enfermera varias veces
y ahí a seguido ella haciendo exactamente lo que debía
hacer.
Pero alguien, llevado seguramente por no tener nada mejor que hacer y
cansado de pasear carpetas de reunión en reunión o de aula en
aula, decidió
en algún momento dedicar su
tiempo a ponerle nombres complejos a cosas simples. Y así,
queridos amigos, nació
la madre de todas las ideas inútiles, la nave
nodriza de todas las pérdidas de tiempo, la fuente de la que manan
los listados que a nadie le importan cuando lo que está en juego es
el buen arte de cuidar. Aquellas carpetas cubiertas de tedio se llenaron de
taxonomías, Nics, Nocs y diagnósticos desasosegantes. Con la promesa de
ser útiles para la evolución de la enfermería, aquellos
listados interminables se colaron en nuestros libros y fueron la medida de
nuestro nivel pregrado. Pero no acabó allí la misión
de aquellos enviados del dios de lo aburrido y lo inservible. Como grandes
salvadores de la investigación y la docencia se plantaron también
en la formación postgrado, en exámenes de oposición y hasta en
tesis doctorales.
Abundantes conocimientos clínicos, adecuados apoyos para investigación,
buena dosis de gestión, habilidades de comunicación y negociación,
grandes espacios para aprender a aprender y aprender a enseñar
y tiempo de calidad para cuidar.
Como todo nombre ese que viene en una identificación
con foto para ponerla en el uniforme. Y debajo de ese nombre, otro que ponga “Enfermera”. Y
no más nombres por favor, que no hace falta.
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